jueves, 24 de abril de 2008

El descubrimiento de la luz


Caras y cruces del turismo cruceril. Mucho ruido y pocas nueces en la etapa reina del descubrimiento de Cádiz. Oh, la luz de Cádiz. Pica el sol. Tantos años de espaldas al mar y, de pronto, desembarcan los ecos del pasado esplendoroso. Cuando todavía no están puestas las calles, visitantes y tripulantes salen a tropel, unos a Jerez, otros a Arcos, a Sevilla o al mismo corazón de Cádiz la bella, que se presenta a la cita la mar de guapa, linda de verdad. Se le ilumina la cara, aplican sombras en la cruz del parque temático de la claridad. Los turistas musitan "oh" y luego se dejan llevar. La primera impresión no siempre es la que cuenta. Los guías lucen paraguas o megáfono, fila india hacia la Catedral, colas en las cabinas telefónicas, pinturas de guerra en el suelo, estelas del mar en el cielo celeste, espuma blanca en la cresta de la ola. Hola, Cádiz, el Vapor parece Gulliver al lado de la Princesa Esmeralda. El turismo peatonal apura el tiempo, y a la hora en que se levantan los parados, los cantautores y los ociosos de astilleros, esta gente se papea una paella de tamaño familiar o un filete con papas. No son horas. Luego, cuando los cristianos andan por el aperitivo, ellos pegan un cabezazo. Un cuadro.
La Torre de Babel ofrece estampas memorables. Colores pastel, gorras de rapero, gente joven de todas las edades, las sempiternas obras taladrando la ciudad, los tripulantes filipinos comprando vírgenes disfrazados de turistas, los turistas afilando los sentidos, olores ricos, miradas profundas, botellón autóctono en San Juan de Dios a la vera de Cocoon, el contraste en la hilera de bancos. Los fenicios lloran. "Mucha gente y ya está, para de contar". "Postales, tela de postales". "¿Dónde están los cincuenta euros por cabeza?". "Como no se los quitemos a trompás" "Luca, andiamo, que está gente está turulata". "Kiss me, kiss me, click, click". Vaya guirigay. Esto debe ser Europa, pues en el Bar Sevilla colocan un cartel que dice: "Special fried fish from Bahía, dos personas, 18 euros". En La Suiza entran con los ojos como ovnis los italianos, alemanes, yanquis y demás guiris en busca del recuerdo del futuro. Pocas ventas. Muchos imanes. "Pero ojalá estuviésesmos así todos los días". De improviso, se abre el cielo y el paseante anuncia a su partenaire: "Estamos llegando a la Plaza Toros. Perdón, a la Catedral". Un enganchao de larga duración, que sin duda pierde el bus de la ruta del papel de plata, farfulla con la lengua fuera mientras le obstaculiza el paso un grupito de turistas concertado: "¡Quillo, esta gente coge toa la calle, cohone!". El guitarrista uruguayo se arranca por La Chica de Ipanema. Los hosteleros gritan. Los turistas no son sordos. El pirata mimo silba como un jilguero. Kid Betún, ojo avizor. Algunos gaditas salen a la calle con tipo de punkis. Otros, los vikingos de la plaza de las Flores, comparten carajillos al sol con familias enteras de cruceristas. Fachion glamú. Hay que ser sieso para colgar el cartel de "Averiado" en el cuarto-baño.
Toda la culpa la tiene el dólar. En otro establecimiento de souvenirs atribuyen la crisis a la moneda yanqui, al cambio con respecto al euro. "Cuentan que venían tres veces a Europa, ahora sólo una y cortitos con sifón". Doce euros, dieciocho dólares. "Poco gasto". Monosílabos por bajini. Vacaciones en el mar. Wifi en la Catedral, tres horas con una cerveza en la terracita mientras chateas con tu prima de Pensylvania. ¿Qué quieres? ¿Hay algo más? ¿Promocionan bien el adobo cultural? El guitarrista criollo toca el wonderful world, y luego el triste cielo de Eric Clapton, y no vea cómo cae el sol, a plomo. Cogiendo color, que es gerundio. El guitarrista no se queja, sonríe y contrarresta las pérdidas de los días lluviosos. Y pasa Cascana, el chirigotero y cadista de pro, viñero para más señas, que prepara estos días a Los Pimpis de Cai, la empresa de guías indígenas que ya ha logrado una ruta de la Constitución de aquí al 2013. La cosa promete: historia y Carnaval condensados en un paseíto gaditano. Eso hacen los guiris ya de vuelta, con las sandalias ladeás y los calcetines blancos, white del Paraguay, no hubiera sido mala idea instalar los toldos del Corpus, las fotos salen mejor en la sombrita del arco del Pópulo, la gente lo sabe y dispara. En eso pasa una familia de aquí de toda la vida, que acaba de cerrar el negocio hasta la tarde, y la niña chica sentencia: "Mamá, si un millonario sabe el dinero que tiene no es un millonario". Curiosa apreciación en un día tan cultural y recreativo, el día del libro y del libre albedrío. A sablazo limpio. Todos es de color en el circuito de los guiris. Hasta que la cosa se pone seria y los profesionales del turismo hacen mutis por el foro, no están autorizados para hablar, se remiten a su jefe supremo, el sol, tgó controlao, menos mal que los cruceristas hablan por sí solos. La mayoría de ellos no conocía Cádiz. Hipnotizados por la luz, piden más tiempo, más cosas, más atractivos. Menos ruido de fondo.
Cádiz, en las distancias cortas, habla idiomas por los codos, tó recto, allright, ni frío ni calor, los gigantes del mar trae gente variopinta. "Bonita Cádiz", musita un romano. "Volveremos", amenazan otros guiris que siguen a su guía a duras penas, les ha tocado una maratoniana y van a conocer los tres mil años en un pispás. Tres mil y pico. Bote, gracias.

Abril 08, Diario de Cádiz

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Eres genial.

Enrique Alcina Echeverría dijo...

¿quién, yo? Qué nombre más bonito, me recuerda a Fernando Quiñones- Un abrazoooo, gracias.