sábado, 13 de diciembre de 2008

Antonio Hernández, poeta al sur del gol

"En Cádiz hay materia de sobra para reírse, pero también para lo opuesto. No todo es cachondeíto en la vida, en Cádiz también sobra la necesidad", ilustra con su habitual elocuencia el poeta Antonio Hernández desde su domicilio de Madrid. Bético y cadista hasta la médula, el escritor arcense siente nostalgia del fútbol del sur, se queja de que las teles de Madrid apenas se refieran a Andalucía, recurre a internet para aliviar la morriña y subraya su pasión por la tierra de los contrastes. Su nueva colección de relatos, titulada Gol Sur, giran en torno, precisamente, a las paradojas del fútbol y la vida misma. Hernández quiso bautizar el libro al modo del Submarino Amarillo, y entregarlo al público a la par que "La Marcha Verde" sobre su Betis del alma, de ahí que el Gol Sur viniera al pelo. Antonio, hijo predilecto de Arcos, premio nacional de la crítica literaria, sabe que aquí el Gol se llama también Fondo, pero en el fondo conoce tanto al gaditano como a sí mismo, no en vano pasa dos meses del año en la playa, bajo el contradictorio sol amarillo. Gol Sur, la nueva obra de Hernández, entre broma y veras, trae verdades como puños, ficciones a ciencia cierta, guiños al aficionado de toda la vida y personajes literarios como los hermanos Mejías o Kiko. Leyendas de la cultura del balón, pasión de poeta.
El poeta quiere establecer la línea de contrastes que el cielo de Cádiz brinda. "Nadie se quiere marchar de una ciudad tan hermosa y encantadora, circunstancia que pudiera ser origen de pereza e inmovilismo". Para el autor, la belleza del entorno, la bonanza del clima, su rica y fascinante arquitectura, y unos cuantos etcéteras más, convierten a Cádiz en un paraíso que rima poco con el trabajo y mucho con el absentismo espiritual, que el laboral se sitúa en otros parámetros. El poeta habla de Cádiz como habla de fútbol, Carnaval o Semana Santa, las tres patas de la santísima trinidad gadita, y subraya que "el tópico acerca del gaditano que no trabaja es una falacia, una mentira, una exageración". Igual que sus fiebres amarillas y nazarenas, del todo hiperbólicas. Genio y figura, Hernández apela entonces a la burguesía griega, extrae historias mitológicas de su prodigiosa memoria y concluye que "la gente refinada tiende a disfrutar de la vida". Sufrir queda para la gente inhóspita, quizás, y para béticos, cadistas y atléticos. No pregunte por qué, el tiempo se lo dirá en los siguientes párrafos.
"Tengo el corazón cadista y el alma verdiblanca. Le debía un libro al Cádiz, por mi condición de beduino, no salgo de la playa en dos meses de verano". Hernández asegura que le ofrecieron escribir una novela sobre el Real Madrid y rechazó la propuesta. "Dije que no porque el Madrid y el Barcelona son equipos sosos, equipos triunfadores, y los ganadores no tienen salidas insospechadas, ni recovecos, ni aristas, ni rebrotes geniales como los perdedores. Betis y Cádiz se me antojan clubes hermanos en la gracia y en la desgracia. Y como dijo Fernando Villalón, el mundo se divide en dos partes: Sevilla y Cádiz".
Sin ánimo de adelantar el contenido de la serie de relatos, que combinan la ficción con la realidad, quizá como el mismísimo Submarino Amarillo, el poeta arcense matiza que la obra no contiene sólo piropos al cadismo y alrededores, al gaditanismo puro y duro. "Habrá personas que no lo entiendan, pero el libro tene momentos felices y momentos críticos, no se trata de una hagiografía, una loa constante, como la misma trayectoria del club, que ha pasado por instantes gratos y también por meses de impago de las nóminas, por ejemplo". Que pregunten al aficionado medio si el tren de los vaivenes no ha psado tropecientas veces por el mismo lugar de Cádiz, de la gloria al infierno, metáfora de la ciudad de la luz. "El fútbol no es una operación matemática. La vida también trae luces y sombras, el libro sugiere ficciones y repasos a políticos o comerciantes, y surge incluso una chirigota, formada por veteranos del Cádiz y huéspedes de una célebre pensión. La chirigota se llama Los Amarillos SL", ríe para sus adentros el poeta, que abunda en "la picaresca, la inventiva, la gracia y el espíritu novelesco del gaditano". Dibuja en las ondas, vía telefónica, lo mejorcito de "la ciudad de la imaginación, repleta de portentosas coplas, un renovado arsenal de sorpresas cantadas al mundo, una cosa increíble, demostración del talento de Cádiz".
En plena charla sobre lo divino y humano del fútbol vital, Hernández sentencia que "la filosofía surge del ocio, fíjate tú si hay tiempo en Cádiz". Un tiempo quieto parado. "El mundo entero, veinticuatro horas al día en la playa es el sueño de mis veranos, y el del domingo, un partido al abrigo de la generosa afición cadista, que tiene el cielo ganado", y la Primera eterna. Hernández elogia el himno de Manolo Santander, ya no se habla de pasodoble pepperoni sino de himno oficioso, ya es hora de que sea oficial tras diez años de romances de tradición oral. Y el escritor, alentado por el otro himno, acuñado por los Brigadas el año que el Cádiz vivió felizmente en Primera, el del alcohol y el resultado incierto, echa mano de Baudelaire, el gran poeta francés, que comparaba la santidad con ciertas sustancias y con la creatividad. A Baudelaire, Rimbaud y Verlaine, benditos malditos del simbolismo, el medio campo perfecto que allanó el terreno al surrealismo, también les traía sin cuidado el resultado. Hoy, el fútbol, opio del pueblo, juega roles reales y presuntos. El poeta arcense, para evitar mosqueos, ha cambiado el nombre a personajes del cadismo de toda la vida, futbolistas y demás, en los casos más sensibles de los relatos, "pero el buen aficionado podrá distinguirlos", advierte, no sin antes desentrañar el triplete de sufridores: "Betis, Cádiz y Atlético de Madrid. El Atlético es el hermano mayor en desgracias". "Tendencia al derribo", remarca. Y lo explica: "Ser de cuaqluiera de estos tres equipos, y no digamos de los tres a la vez, confiere un carácter especial a las personas, pero quien dice que ya estamos curtidos, se equivoca. Yo sufro cada domingo frente a la tele o la radio, siempre salgo a la calle quince minutos antes del final del partido".
Volviendo a Cádiz, el escritor considera que el exacerbado chovinismo "impide distinguir la realidad con claridad", y defiende la crítica como modo de avazar. "Hay que presionar para mejorar. Meterse con el Psoe o el Pp, meterse con la directiva del Cádiz, por ejemplo, no significa atacar a Cádiz, sino apretar las tuercas, no hay que dormirse en los laureles". Ni vivir eternamente de los lereles.
El poeta sueña con ver de nuevo al Cádiz en Primera, claro está, pero "a duras penas, claro, pues el Submarino, para ser Submarino, tiene que subir y bajar. Me cojo unos cabreos enormes cuando escucho hablar del Villarreal, que no es el Submarino. El Cádiz reúne todas las condiciones para serlo, por historia y actitud".
En la presentación del libro cadista de Antonio Hernández, auspiciado por Calembé, una apuesta del edil cultura Antonio Castillo y del coordinador José Manuel García Gil, participarán el periodista Paco Perez, el escritor Javier Reverte y el chirigotero Manolo Santander.

Diciembre 08, Deportes, Diario de Cádiz

0 comentarios: