jueves, 26 de marzo de 2009

Chile 1810, Cádiz 2012


Se admiten apuestas. Si los grandes proyectos del Cádiz 2012 se sometiesen a parecido refrendo popular paganini con que la televisión chilena Canal 13 anticipa los festejos del Bicentenario del país andino, el "reálity chou" se llamaría La Pepa. En Chile, un concurso televisivo adopta la flecha clave del proceso de autodeterminación chileno, que desembocó en la independencia inspirada en la Constitución de Cádiz. Así que "1810", que enfrenta a los participantes a duras pruebas diarias en condiciones similares a las de dos siglos atrás, sin comodidades y en permanente exposición al ojo público, traducido resultaría un interesante disparate, pongamos que televisado en directo por Teleteo. Basta con imaginar los personajes, las ideas, las actitudes, los discursos y los objetivos. En Chile han mandado a su casa a unos cuantos concursantes desnortados. En Cádiz, los mismos de siempre, integrados en los dos equipos políticos preponderantes, pugnan por alzarse con el fracaso total, más bien con atribuírselo al adversario. Un gran hermano gaditano. La Pepa, la Aduana, San Sebastián, El Puente, La Plaza de Sevilla, El Oratorio, Las Murallitas, El Aparcamiento, La Verja del Muelle, el Pájaro Jaula. El Poder, la gymkana del Poder, entre San Juan de Dios y la Plaza de España. Se admiten apuestas.
Carretera hacia el cielo, curvas pronunciadas, un puerto de primera categoría, camiones de gran tonelaje y la luz conducen al túnel de nueva construcción que une el mundo con el puerto de Valparaíso. El flamante acceso a la colorista ciudad chilena, cuyo casco histórico renueva cada dos años su condición de Patrimonio de la Humanidad, elude la entrada a través de Viña del Mar, acorta distancias y favorece el tráfico comercial por tierra, mar y aire. Por la costa, el recorrido se antoja mucho más hermoso. Valparaíso observa desde lo alto de sus cerros, pisa tierra descendiendo por sus centenarios ascensores y respira en primera línea de puerto internacional. Valparaíso es Cádiz con más barcos, un pescado de categoría y varias capas de vida.
En el patio central del Museo Naval de Valparaíso, antigua escuela de oficiales de la Armada chilena, descansa el mascarón de proa original del buque escuela Esmeralda, construido en los astilleros de la Bahía gaditana en los años cincuenta del pasado siglo. La pieza de madera preside la estancia. Nada que ver con los mascarones que coleccionaba Pablo Neruda. La mención a Cádiz, que refleja la placa de marras, invita a recordar historias de ida y vuelta. No en vano, hasta Rafael Alberti llegó a colaborar con Neruda en el traslado marítimo de los miles de objetos que colman las tres casas del poeta en Chile: Isla Negra, La Sebastiana y La Chascona.
Los marinos que rondan el medio siglo de vida, una buena edad para navegar en todos los órdenes de la vida en el Mundo Sin Fronteras o para prejubilarse en el Cádiz Sin Tabaco, nunca olvidarán su estancia en Cádiz allá por 1977. La reparación del buque se demoró un mes, tiempo suficiente para que la tripulación conociese parte de Andalucía y girase el rumbo del cariño gaditano, pues el barco fue recibido con protestas, por su participación en el golpe de Estado de Pinochet, pero se marchó entre muestras de ternura y hermanamiento. Algunos marinos durmieron literalmente en las playas, cuentan que sólo tenían dinero para una habitación de hotel para cinco o seis, lo que obligaba a establecer turnos de pernocta, ducha y demás. Tenían veinte años. Se bebieron la vida a tragos. Tuvieron un amor, o varios, en cada puerto. Y lo cuentan en libertad, mirando al mar, dando buena cuenta de una reineta y un vino chileno.
Uno de los libertadores de la patria chilena, Bernardo O'Higgins, estuvo en Cádiz, cómo no. Dos años residió en la cosmopolita capital gaditana, de camino de su estancia de formación en Londres, y como paso previo a los sucesos que desencadenaron la independencia de Chile. Primera junta de Gobierno el 18 de septiembre de 1810, apertura del tráfico portuario al mundo y golpes militares en el Once, fin de la pena de muerte para la población indígena y primer Reglamento Constitucional en el Doce, libertad de imprenta en el Doce más Uno, desastre bélico en Rancagua y posterior cese de hostilidades, reconocimiento a Fernanndo VII y compromiso de enviar diputados a Cádiz para sancionar La Pepa, en el Catorce, liberación de Chile en el Quince a cargo de José San Martín e Independencia en 1818. La Constitución de este año emulaba a la de Cádiz, así como el texto definitivo de 1833, cuyo ideólogo fue Diego Portales.
Miles de kilómetros al Sur del Sur, en la Décima Región, la de Los Lagos, preparan su hermanamiento con Cádiz. La región creada en 1974 experimenta un desarrollo antagónico con respecto a Cádiz: crece de un modo extraordinario gracias al mar, la naturaleza y el floreciente turismo. Su capital, Puerto Montt, no alcanza los 200.000 habitantes, y su rincón más bello, Puerto Varas, parece un pueblo salido de un cuento. Otros enclaves, como Chiloé y Osorno, y sus satélites, viven de los lagos, la industria, la agricultura, la ganadería, la pesca y las explotaciones forestales. Los alemanes, décadas atrás, supieron sacar rentabilidad de aquellas tierras.
De vuelta a Santiago, la ciudad que confirmó a Cádiz como sede de la Cumbre Iberoamericana de Jefes de Estado de 2012, no hay señales de La Pepa, pero los chilenos, profundos conocedores de su historia, saben que Chile casa con Cádiz, cinco letras que miran al mar de la libertad.

Marzo 09, Cádiz, Diario de Cádiz

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