viernes, 25 de septiembre de 2009

Temporada alta de piedras y personas

En el centro de recepción de aves de paso, léase turistas, alguien detiene el tiempo. Día Mundial del Vámonos que nos Vamos. Siga la línea carmesí. Cádiz, paso a paso. Cádiz para listos, Cádiz para curiosos, Cádiz para ignorantes del antes y del durante. Las visitas guiadas o teatralizadas, que atraen a foráneos e indígenas a partes iguales, ofrecen un mundo nuevo, se presenta reinventada la ciudad de los tiempos mejores. En días tan señaladitos, historiadores y cuarteteros, intérpretes de la sátira del sol y del pasado voraz, cantan sus grandes éxitos de toda la vida: piedras y personas, viajes de ida y vuelta, luces y sombras, al garete la estacionalidad del olvido, bienaventurada la crisis del planeta Dinero porque del verano gaditano fueron y serán los turistas hipotecados hasta las cejas. Mira tú por dónde, y sin que sirva de precedente, las estadísticas turísticas han beneficiado a Cádiz y su departamento, quince por ciento de incremento en tiempos de déficit de memoria y humildad. Con la de Ubrique en cueros, La Victoria triunfa sobre Cancún, La Caleta frente al Caribe, los "leuros" versus el dólar. Bendito parné escaso, alta ocupación hotelera, alegría para el cuerpo. Vienen más, gastan menos, eterno llanto fenicio. Día Mundial del Aquí Tiene Usted su Casa. Temporada alta para la imaginación.
Las mejores tapas, las mejores rutas para conocer los entresijos de la ciudad, los peores augurios al quinto infierno. El programa de actos turísticos y palizas varias se abrió, como no podía ser de otra manera, con las murallitas, son de piedra y no se nota, turrón del duro a simple vista, despropósito histórico. ¿A quién se le ocurrió tirar la muralla real? Hombre, por favor. Craso error turístico, razones del progreso, siempre en la mente del negocio redondo. Lo primero que los gaditanos muestran, claro está, paró los pies a Napoleón, Cádiz celebra hasta las derrotas, se hace tirabuzones con los goles en propia meta, pone en entredicho hasta los datos del futuro. En 1901, ya puestos, la comisión que estudiaba la posibilidad de urbanizar los extramuros de Cádiz, del río Saja "palante", comprobó con asombro cómo Puertatierra se hallaba al mismo nivel que la cúpula de San José, cuesta abajo del tirón. Mientras tanto, hombres y mujeres se turnaban en los baños de mar. Hoy la juventud eterna camina a tropel, ayer mismo funcionaban las playas a buen ritmo sin necesidad de pasar una hoja del calendario.
De contrasentidos y aciertos vive el ser humano del turismo, fracasada ya la reindustrialización del cazón en adobo y la humanización del sector inmobilario. Parece una paradoja que unos gachós tan simpáticos deparen un paseo la mar de entretenido e instructivo por el parque Genovés, incluida la estatua del jardín botánico dedicada a Celestino Mutis por el foro, y a lo largo del estío cerrasen sus puertas a la caída de la tarde, malogrando la fiesta del color y del tiempo quieto. Las cosas de Cádiz, abierta a todos, encerrada en sí misma. Del Cádiz nocturno que el turista empedernido descubre a golpe de complicidad podrían escribirse varias enciclopedias, en cambio, y entregarse por fascículos diversos tratados sobre la hospitalidad, un viaje a la hospitalidad. Mejor no mencionar a ciertos industriales reñidos con el buen gusto, son minoría absoluta con respecto al hostelero reunido geyper, amable y pinturero, a veces demasiado amable y pinturero, sencillo y discreto, a veces demasiado gritón y festivalero, con un arte descomunal en la hipérbole a la sombrita.
Entra un italiano en un bar, intercambia consignas con los camareros, pide algo raro, le dan dos cosquis, la dueña, a toda voz, le muestra la pizarra repleta de tapas, no queda atún encebollao, el nota pide un filetito empanao y un chaval, que debe ser de la familias, abre un tupperware, introduce su mano derecha, trinca un bisté, lo moja en aceite, corta un viena y ya tiene usté su filetito empanao, pringao de tinta de billetes europeos, aceite de la tortilla que el chaval cogió antes por el mismo método y acaso algún aroma de prestao. El italiano devora el bocata y se marcha tó contento. Excelencia turística.
Cargadores a Indias, el tradicional pulso con Sevilla. Ya lo decía el Diario en 1911: "Los turistas se van a Sevilla". Los turistas del crucero "Cleveland" pasean por Cádiz a bordo de unos preciosos carruajes, con las moscas de caballo, y luego toman el tren hacia Sevilla, Un siglo después, sin embargo, los responsables de la cosa turística no reparan en la necesidad de crear una ruta especial, la ruta por la crisis de Astilleros, más típica no la hay, o acaso una visita guiada a las obras inconclusas. Son ideas. No hace tanto tiempo se implantaba el descanso dominical y los obreros iban a la huelga general al grito de Viva la Anarquía. Ayer se cumplieron equis años del Lunes al Sol y los turistas seguían la línea carmesí. A la caza y captura del monumento y la hospitalidad.
Cuna de los cantes de ida y vuelta, pionera de libertades, castillos y baluartes, los folletos también hablan de visita guiada para conocer a "gaditanos famosos", curiosa forma de recordar a las celebridades de la hstoria. Falla no era famoso. Paco Alba, tampoco. Sálvame, por favor.
Si en 1905 Cádiz inauguraba "una estación de ferrocarril digna", no se sabe si la que se ubica delante o detrás, o quizá superpuesta a la estación terminal del soterramiento y cutre estación terminal de autocares, tres años después sucedía lo nunca visto: Juan Breva cantaba a los 71 años de edad en la tienda "La primera de Jerez". Se admiten chascarrillos. Y rutas alternativas alrededor de las tres mil y una placas, Cádiz cumple tres mil años y pico de placas conmemorativas, un segumiento exhaustivo retrasa los usos, costumbres y personajes de la tierra. Del Cádiz esdrújuloo al Cádiz romántico, otra visita guiada al Cádiz de finales del XVIII y comienzos del XXXXII, cuando se contabilizaban 216 tabernas, bodegones, garitos de mala muerte o almacenes de vino en el término municipal, amén de veinte librerías, otros tantos teatros y multitud de cafés. Crisol de culturas, dinamismo social, mentalidad emprendedora, cultura y casticismo, virtudes en desuso, los orígenes de la singularidad gaditana, nada que ver con el jartible "aquí hay que mamar", la antesala de la tertulia y del botellón, la ruptura entre lo íntimo, lo público y lo doméstico, lujo y esplendor, la calle como pretexto y un sevillano enamorado de Cádiz: Blanco White, un tío muy guay. Cádiz, patrimonio de la humedad.
En el corazón del aperitivo infinito, esquina del derrotista fugaz, los hosteleros de andar por casa lamentan pérdidas, otros califican el verano de "muy aceptable" y la mayoría entona el "ni fu ni fa", nadie sabe quién formula las estadísticas y si alguien se las cree. Aquí no se fía. Permitido el cante. Los turistas de ayer miran los colores de mañana, ayer Cádiz celebró los datos turísticos del verano con sus mejores luces.
A la caída del sol, en el Castillo de Santa Catalina seguramente dan cerveza gratis, pues bautizan la inicaitiva turística como "Castillo Cinco Estrellas". Estos días también habrá descuentos en la Santa Cueva, el hospitalito de mujeres y la cámara oscura de la Torre Tavira, que continúa reinando sobre la desidia general, acaso en escorzo imposible de la imagen que Cádiz tiene de sí misma, una ciudad vista desde las azoteas, la ciudad de la sonrisa panorámica y de los espejos cóncavos del deseo. Gran oportunidad de conocer Cádiz a través de sus piedras y sus personas, en el instante preciso en que el futuro ya es historia.
 
Septiembre 09, Diario de Cádiz

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