sábado, 10 de octubre de 2009

Diez o Doce razones para tutear a La Pepa

Tan cerca, tan lejos. El futuro ya está aquí y la gente sin enterarse. Gaditanos e isleños comparten la fiesta del olvido, patrona del futuro inmediato, y salen de compras al megamercado ubicado sobre parque natural. "Yo no me creo ni que el Cádiz vaya a cumplir cien años, así que imagínate lo que confío en el Diez, el Doce y el Catorce", suelta del tirón Emilio Ruiz, un gaditano afincado en La Isla que trabaja en El Puerto, la Bahía en su mirada, la ironía en su verbo fácil. "Nos pilló el toro, estaba cantado", remarca, no sin antes apuntar a los políticos, pero "también a los ciudadanos, que pasamos de todo". "Obras, lo único que tenemos son obras y proyectos inconclusos, el retraso de tantos años no podía superarse así como así. Sí, sí, ya llegó el futuro pero con los políticos del pasado", dispara el gachó mientras su mujer entra en una franquicia de lencería. Emilio deja a La Pepa en paños menores. "¿Y de quién es La Pepa? Anda que vaya logotipo, ni pa ti, ni pa mí, la Pepa cogerá el Tranvía y se largará con viento fresco".
De primeras, en La Isla y en La Tacita se respira cierto escepticismo en torno al Bicentenario, a tenor de los ciudadanos cazados al vuelo para este reportaje. La gente ni sabe, ni contesta, ni malditas las ganas que tiene de darle vueltas al futuro que ya es pasado. "Con que pase la crisis nos daremos con un canto en los dientes", sugiere una señora que pasa más deprisa que el tiempo en un aeroplano. La hartible palabra, crisis, aparece en cada conversación, sólo falta que La Pepa se contagie de gripe A durante el otoño. Hipotecada hasta las cejas, la pobre anda tiesa. En un par de costados del hipermercado se sitúan varios sabuesos de dos conocidas entidades financieras, lobos con piel de cordero que intentan atraer a clientes con ofertas de colorines. "Mira, mira, primero nos sacan el dinero público y ahora vienen a por nosotros, qué poca vergüenza", farfulla Antonio, pensionista que se para un momento a charlar. "La Pepa llega en números rojos, oiga, con las bombas que tiran los fanfarrones de los bancos".
Lamenta Antonio que las instituciones de la Bahía gaditana no hayan ilusionado a gaditanos e isleños ante el Diez y el Doce. "Llevan años peleándose bajo cualquier excusa y ahora llegó la hora sin que hayan terminado los proyectos". Cita los castillos de San Romualdo y de San Sebastián, parece un hombre informado, bromea con el puente Zuazo y el segundo puente, dice que "la cortedad de miras de los políticos es directamente proporcional a la desidia de la gente", y remarca "la oportunidad que aún podemos aprovechar", no sin antes mostrar a las claras sus preferencias: "Teófila es la única que tiene claro el Bicentenario, y quizá la vicepresidenta De la Vega, pero el resto, nada de nada. Estamos rodeados". Rodeados de ofertas, tres por uno, pague pasado mañana, esta tarde, cuenta cuentos a partir de las seis, los niños corren entre el nueve y el doce, tres pasos hacia adelante, tres pasos hacia atrás, el juego de La Pepa.
A la vera del apocalipsis 2012, paradojas de la vida. Una gaditana llamada Carmen y una isleña que responde por Rosario entablan un cruce de presunciones. "Pocas ideas y menos hechos", dice la primera. "¿Vendrá Fidel Castro a la Cumbre?", sorprende la otra. Se refiere a la Cumbre de Jefes de Estado, que parece olvidada entre la montaña de letras impagadas y compromisos adquiridos, con la que está cayendo. Capitalidad cultural, cuna de la libertad condicional, reino de la economía submarina, carnaval de las verdades a medias. Carmen y Rosario no se ponen de acuerdo, como los políticos.
Si en La Isla late el Diez sin demasiado entusiasmo, a tenor de algunos comentarios, en Cádiz parece el Doce más cercano, lo que son las cosas. "A San Fernando nos han hurtado la celebración", denuncia José Miguel López, parado de larga duración, como se decía antes. "No vamos a sentir el Bicentenario porque Cádiz nos ganó por la mano desde hace mucho tiempo, de todos modos tendríamos que haber hecho algo en común, algo grande" que no se atreve a aventurar. El concurso de ideas que algunos propusieron, en el limbo. "Han basado casi todo en obras, infraestructuras pendientes, proyectos de futuro, lo de siempre. Y Cádiz ha mirado hacia el puente y poco más, pero al menos ha conseguido que se hable del Doce y que vayan a traer varios eventos". Al otro lado de la carretera, un gaditano de pro, que prefiere quedar en el anonimato, señala: "Queremos darnos a conocer, creo que el Doce será una celebración turística, más que otra cosa. Hemos perdido mucho tiempo con broncas inútiles, pero tenemos una ciudad que enseñar, una historia que nadie tiene, y que ni siquiera nosotros conocemos bien, y una proyección tremenda. Decían que iban a transformar la ciudad y yo no lo veo, pero al menos nos cogerá el final de la crisis, con las castas de la crisis, y saldremos adelante, como siempre, contra viento y marea". Contra muchos elementos.
Desconocimiento, indiferencia, desencanto, guasa, de todo hay en los mentideros de aquí al Trece. Hay quien recurre al Carnaval, claro, y al fútbol, por no hablar del capillismo ilustrado, ya tenemos las tres esquinas del triángulo mágico gadita, que tanto da y tanto quita. Un camarero llamado Fernando, que pasea por la orilla de la Bahía, junto a la cafetería de Bahía Sur, con Cádiz y La Isla mirándose de frente, apela al dinero, la gente sólo habla de dinero, maldita sea. "Han gastado una millonada en viajes, según leo en el Diario, ahora vienen de Montevideo, donde han dejado dos tipos para el Museo del Carnaval uruguayo, y aquí seguimos con el Museo del Ná, nada se sabe del Museo del Carnaval, como de otras tantas cosas que han dejado para el Doce. Pues el Doce ya está aquí, señores, y ... " pronuncia un bastinazo. Aparece el cachondeíto en un corrillo, claro está, y un chaval dice con sorna que "la Bahía será una playa, como Cádiz 2012 Latino, vendrán Bisbal, Rosa de España y el ministro Baute, y los políticos ganarán su operacion triunfo ...", más bastinazos.
Entre las Diez o Doce razones que los encuestados encuentran para querer a La Pepa y encarar el futuro con cierto optimismo se cita la consabida crisis. No hay consenso. Unos apuntan que la crisis perjudica, pues ha sobrevenido en plenos preparativos, y otros ponen de manifiesto su deseo de que la Bahía, como ha ocurrido con el turismo, obtenga beneficios y mejorías. Muchos de los que no saben ni contestan se limitan a comentar que "lo único que queremos es salir de la crisis, que haya trabajo". Y alternativas al ladrillazo que se marchó sin despedirse. "Pepa, sácanos del paro", inventa un simpático cliente de una zapatería. ¿Zapatero? A algunos encuestados se les llena la boca de "zapateros", "la niña de Rajoy", "los trajes de Camps" o "los muertos de la crisis".
En el corazón del corte británico que reina en ambas localidades, sin cuyo influjo no habría puente ni cosas que "descambiar" mañana, alguien que dice llamarse Aurora, psicóloga y empresaria, pregunta en voz alta cómo sería la moda de 1812. "Los comercios, los bares, las librerías, etc, ya tendrían que colgar lemas del Diez y del Doce, vender historia y cultura por anticipado, fomentar la cultura, divulgar el Bicentenario con todo tipo de ofertas, ya tendríamos que estar aprovechando la cuestión. Pero no veo estanterías sobre el tema, ni nada que se le parezca. En otros lugares del mundo he visto ejemplos muy difierentes, hay que viajar para sentirse más libre". Y para aprender. No sólo se aprende de los errores.
Más allá de la luz que une a ambas ciudades de la libertad, y del relativismo social, el pasotismo colectivo o la eterna sopa de siglas, hay quien lo tiene claro. "A partir de ya, tenemos que aprovecharnos del Doce hasta siempre, convertir la Bahía en centro de estudios y en lugar de turismo, las dos cosas, lo más importante será el Trece", enfatiza María Tomé, una catalana del Sur que conoce los entresijos del Doce. Ella critica las peleas políticas, dice no entender cómo se paralizan proyectos o se bloquean intenciones del adversario, "la gente no es tonta y se da cuenta de detalles como el de la Aduana, que no es un edificio singular, pero no lo quieren tirar para perjudicar al plan de la Plaza de Sevilla". Por contra, Abelardo, un operario de Telefónica muy crítico con la gestión de Teófila, acusa a ésta de querer comportarse "como si fuera jefe de Estado y sin dar su sitio a los socialistas". A pique de un repique de que se rompa la cuerda de tanto jalar. "Demasiado protagonismo, demasiado dinero tirado, y muy pocas certezas", sentencia.
Riza el rizo un señor mayor que, preguntado sobre la cuestión de modo global, asegura sin rubor que "todo es un montaje, no me creo ni la historia". Vamos, que Napoleón no pudo entrar en Cádiz porque cogió un atasco en el Río San Pedro, que Barroso es un tipo afrancesado, que La Pepa era la mujer del Legionario, que las cosas no son lo que parecen. En fin.
No sabe, ni contesta, la gente a la que no ha llegado con claridad el mensaje del Diez y del Doce: el isleño atribulado, el gaditano ensimismado. En líneas generales, da la impresión de que el ciudadano de a pie, ahora tratado vilmente como usuario o consumidor, no alcanza a vislumbrar la relevancia del Bicentenario o simplemente tilda a los políticos de incapaces de crear un universo en torno al Bicentenario. La Pepa está tiesa. La Pepa pasa de todo. La Pepa sale trasquilada de la peluquería. Todos la quieren, muchos de ellos por mero interés, y casi nadie la conoce.

Octubre 09, Cádiz, Diario de Cádiz

2 comentarios:

Charo Barrios dijo...

Hola Alcina: tengo algo que decir en mi defensa. Vivo fuera pero como gaditana me he tomado muy en serio lo del Doce: he representado ya dos veces el personaje doceañista de la madre de mi tatarabuelo (historia auténtica), he difundido el personaje allá por algunos blogs y diarios, y, además, he colaborado con el Aula de Gastronomía del Doce, en tertulias y cocinando cosas tan ricas como el arroz con castañas. Es decir, lo del Bicentenario a mí me encanta.
Pero lo cierto es que, cuando visito Cádiz y lo cuento, la gente se asombra, como si no les llegara estas cosas.
Creo que el gaditano tiene que irse fuera para apreciar lo que tiene y empezar a sentir cierta curiosidad.
Estas cosas me apasionan, no lo puedo remediar.

Enrique Alcina Echeverría dijo...

perdón por la demora, Charo, qué razón tienes, el gaditano que se marcha fuera tiene más interés por lo nuestro, en líneas generales, el Bicentenario está a la vuelta de la esquina y no se nota la cercanía, pero hay tiempo. Oye, qué bueno eso de la madre de tu tatarabuelo, ya tengo ganas de conocer esa historia auténtica, saludos !!!