lunes, 16 de noviembre de 2009

Orozco industrial

"Venimos a Cadizfornia, ha valido la pena este viaje", espeta Antonio Orozco a sus incondicionales, que llenan la sala Anfiteatro para echarse un cantecito. Karaoke mundial. Sonido industrial. Una ráfaga de Morente y aparece el artista catalán con el "aire en las espaldas", arremete del tirón "Renovatio", el reciente y flamante disco de oro. La gente se sabe de memoria hasta la última, y comienza a gozar de pleno merced a "Llevátelo", la pieza favorita de los visitantes de la web de Orozco. Suena rotunda, como si tuviera años de vida, Antonio trata a la noche sin contemplaciones, sudará casi dos horas de recital, ritual, fiesta total.
Cerveza caliente a tres euros. Cámaras y celulares trabajando en la oscuridad. Para la posteridad. "Ese Cádiz bueno", anima Antonio, de fútbol mejor ni hablar. Orozco voltea la estructura del concierto, desordena el caos y presenta a "uno de los mejores cantaores que he escuchado en mi vida, y que además prestó su voz para mí", un pedacito de ti, que luego entonará en solitario. Salta Arcángel a la escena y borda un dueto sencillo y arrebatador con Antonio, qué bonito, hijo, momento cuasi comparsista, Antonio, como su admirado Manolo García, parece tener alma de comparsista, de ahí tal vez el predicamento de ambos en Cádiz. La gente se apropia debidamente del tiempo quieto, baila, canta y enciende la pasión. Orozco basa su repertorio en sus trabajos más cercanos, aunque a la postre entrega algunos temas añejos y regala el consiguiente "Devuélveme la vida", la locura de ida y vuelta, el cantante logra cautivar y el público obtiene su merecido. No es que el sonido brille como un diamante en bruto, qué va, se antoja industrial, más fuerza que maña, más percusión que cuerdas, más metal que madera, pero la noche también se asoma dura, cielo rojo y humedad, Antonio ataca, golpea, currela en la construcción, apenas concede respiros pero deja cantar, qué remedio, la gente se lo canta todo. Las condiciones del local favorecen el contacto directo. Antonio saluda a colegas gaditanos presentes, como Miguel Nández, Lucas sin Andy o Pepito el Caja. Mainstream de la Tacita. Mucha calor. Un chispazo vocal a lo Police, modelitos de postín entre la mayoría femenina, se beben los mares por Orozco, qué guay, tía, y entre el quejío inconfundible del cantante, nacido de la cultura charnega, y la desbordante emoción del momento, la vela se apaga. No sin antes lamentar un rancio "esto es Cádiz y aquí hay que ..." Antonio se vuelve loco por imperativo del guión, se arranca a capella, pide perdón por las osadías, se debate entre el ser o no ser, querer o no querer, y convence a los suyos.

Noviembre 09, Cultura, Diario de Cádiz

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