domingo, 11 de abril de 2010

Jesús Maeso, en la ciudad de las luces

El azar, y el trabajo cruzado, reúne en los albores de esta entrevista a Jesús Maeso de la Torre y al Libi; al maestro de la novela histórica y al vigilante jurado del "auténtico ingenio gaditano". El escritor y enseñante, que observa el planeta gadita desde la cresta de la ola literaria, conoce ya los entresijos del humor con denominación de origen, ya lleva cuarenta años ejerciendo de gaditano y sabe que "en Sevilla hay graciosos, en mi Jaén natal como esaboríos, y la gracia y el ángel residen en Cádiz, donde la gente tiene arte sin necesidad de hacerse el gracioso". Maeso sueña en voz alta: "Me gustaría escribir un libro al alimón con El Libi; yo lo hago en serio sobre Tartessos, Gadir y Las Cortes, y el Libi va por detrás con la contrarréplica" con retranca. "La vida es así".
En "la cúpula del mundo", como su última novela, Maeso siente que el último galardón granadino le viene de perlas para enfilar la próxima jubilación y vivir literalmente de la literatura. Muy pocos pueden alardear de tal condición. Maeso no lo hace, pero confiesa que jamás pensó en vivir de las letras, algo muy diferente a vivir del cuento o del relato breve.
Maeso habla como una locomotora y enlaza ideas. "Me preguntan por Cádiz allá donde voy: México, Roma, Galicia ... No somos conscientes de lo que nos quieren en el mundo. Me preguntan hasta por Teófila. Cádiz tiene un caché. Los gaditanos deben viajar más para quererse más. A veces sentimos que no somos nadie, de la alegría pasamos al pesimismo, al puro fatalismo". Cádiz fue la cúpula del mundo, Maeso sintetiza los momentos de esplendor de la historia, la red comercial del Gadir fenicio, la segunda ciudad de la península bética en manos de los romanos, cuando "Balbo el menor", a quien le dijeron cosas muy feas en aquellas pintadas descubiertas recientemente, "en su calidad de cónsul de Roma ejercía de lo que ahora sería el presidente de los Estados Unidos. Y era de Cádiz". De Gades, ío, de Gades. Luego, "Cádiz, a través del Descubrimiento y de las Cortes, dictaba al mundo lo que pasaba en este país, la Pepa unió a Europa con los hermanos americanos, y medio mundo se fijó en "La ciudad de las luces", título de la siguiente novela de Maeso, que retratará a una "Cádiz distinta y maravillosa, será mi contribución personal al Bicentenario de Las Cortes". Un sugerente título con tres o cuatro lecturas: la luz de Cádiz, la ilustración de la metrópoli, la cultura de ida y vuelta, y hasta el genio y las ganas de cachondeo. "El Libi, por ejemplo, es un tío con muchas luces", sentencia con complicidad el autor y asiente el plumilla.
Maeso lamenta que Cádiz "viva ahora de espaldas al mar", pero advierte que "cuando recupere su fuerza volverá a ser una metrópoli de primera categoría". Astilleros, piscifactorías, cruceros, todo la mar de cerca. "A mi llegada a Cádiz, con 19 años, me quedé maravillado con el movimiento de la ciudad, esos tres turnos de Astilleros, la vida que tenía San Juan de Dios, la riqueza que daban los obreros del dique. No sólo se vive del turismo".
Esa luz "se ha ido apagando poco a poco, como una vela que se consume, pero yo confío en Cádiz. Mi mujer y mis hijos son gaditanos, me gusta el Carnaval, soy capillita y muero por el Cádiz, soy merengón pero defiendo al Cádiz a capa y espada, a ver si tenemos suerte este año, como en la época de Carmelo y de los milagros". Maeso muestra su orgullo cadista: "Yo salté al césped la tarde del primer ascenso, contra el Tarrasa, y soy de quienes estiman que como Fernando Carvallo, ninguno, fue un futbolista inolvidable, de talla universal".
En verano, Maeso viajará a América para presentar su libro en Buenos Aires, Santiago de Chile y México. "Somos ellos. América es la otra parte de España, todos somos españoles de los dos hemisferios", como reza la Constitución de 1812".
A Maeso le gustaría asistir a un Bicentenario, a dos años vista, que ofreciera a Cádiz una imagen universal. "Chapó al Ayuntamiento por haber conseguido la Capitalidad Cultural y la Cumbre de Jefes de Estado, serán dos eventos extraordinarios. Como dice Manuel PImentel, una ciudad se siente importante cuando acoge un organismo de poder. Y hay que aprovechar el Doce para rescatar los valores que transmitió La Pepa, ahora olvidados por la desidia colectiva, los partidos políticos siempre a la greña y otros factores. Aprendamos de la historia para que las luchas entre liberales y serviles no vuelvan a ocurrir. Tenemos que ir todos a una. Dejemos de ser una ciudad provinciana. Recuperemos palabras como ciudadanos, democracia, libertad. Es una pena que haya gaditanos que no sepan lo que ocurrió en Santa Inés y que sigan en albis". Ya se sabe que la libertad se conquista cada día y se pierde en un minuto. Ojo avizor.
La excusa del Doce dibuja un Cádiz tolerante y abierto en la fértil y saltimbanqui mente brillante de Maeso de la Torre, quien no elude controversias y se moja en torno al caso de Pérez Reverte. "Cádiz gana mucho habiendo contratado a Arturo Pérez Reverte. No entro en los emolumentos, vivimos en una sociedad de mercado. Arturo lo vale, pese a quien le pese. Espero que cuente conmigo, me presto a colaborar en lo que sea. Ojo, a cambio de nada, no vayan a pensar malamente", sostiene entre bromas y veras. Y cita a sus amigos los Enriques, García Agulló y Montiel, asesores del Doce municipal, a quienes presentará en breve otro volumen de relatos del Doce con la participación de escritores de postín.
Prueba de gaditanismo superada. Sin falsos e hiperbólicos integrismos. A Jesús de Maeso le gusta pasear por la playa durante todo el año, caminar por el centro y pararse en todas las esquinas para entablar conversaciones dispares, tomar café en San Francisco, disfrutar de "una ciudad colonial que se conserva intacta", y romper el día en la Alameda, "uno de los rincones más bellos del mundo". Maeso lanza piropos a la "joya neoclásica" de Cádiz y apunta la necesidad de optar de nuevo a Patrimonio de la Humanidad, como su Úbeda natal. Maeso, cosas de la vida, estudió en la misma escuela e hizo la mili con Joaquín Sabina, sus bisabuelos eran primos hermanos. Y también guarda vínculos con Muñoz Molina, pero el hombre cayó en las garras del gaditanismo, de forma irremediable, y se queda de piedra con la creatividad del Carnaval popular, la Semana Santa y el fútbol, la santísima trinidad gadita. Pero pone el dedo en la llaga de "la fatalidad" gaditana, que "llora un pasado glorioso y teme que nunca levantará cabeza". Luces y sombras. Maeso, en cambio, cree que "Cádiz está hecha a la medida del hombre". No es París, no es una película de Charlot, es simplemente Cádiz.

Abril 10, Cádiz 2012, Diario de Cádiz

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