lunes, 11 de octubre de 2010

Casi se ahoga el mono

Primera noche del Monkey Week pasada por agua


Es lo que tiene el agua, que se convierte en barro. Casi se ahoga el mono. La tormenta de la una de la mañana zanja la primera sesión nocturna del Monkey Week y corta el punto a la gente, que se queda a medias, con el cuerpo interruptus, sin poder escuchar a tres de los cinco grupos del cartel.
Tuvieron suerte Andrew Bird, el peculiar cantautor de Illinois, y los sevillanos Pony Bravo, pero las propuestas de Luger, los veteranos alemanes Faust y Chrome Proof cayeron en saco roto. Cayeron varias mantas de agua en minutos eternos y pa la casa con la mesa de sonido empapadita y la pulsera del MW que delata y condena a los fieles seguidores del mono con escafandra.
Antes de la gran mojada, Andrew Bird colgó en la puerta un cartel pidiendo silencio al personal, un poco de respeto por favor, y se conoce que nadie echó cuentas al mensaje y el músico americano, el Kurt Savoy de la parte de Arkansas, comparte ahora silbidos con charlas, violín y palique, hay mucha gente de gañote que acude a un concierto como quien va a departir con los colegas y otra mucha gente paganini que trata de escuchar entre la marabunta. Andrew Bird se hace con las riendas del Monasterio de La Victoria a duras penas, con bufanda y sonidos bucólicos, pajaritos de estampida, sonidos pregrabados y fantasmas del pasado, aires orientales, aires despreocupados, misterio y sabor a algo diferente. Para quienes exigen que un artista se parezca a otros, el abismo. Bird no se parece ni a sí mismo, aunque por supuesto atrapa ideas al vuelo y hasta se permite el lujo de ofrecer una versión irreconocible de "Oh sister", de Bob Dylan. El maestro no se mosqueará, él mismo moldea su obra a su gusto. Por cierto, va a caer una dura lluvia.
De pronto, un fallo de sonido, cierto desconcierto que Andrew vence con su particular modo de entender el folk mundial, donde confluyen el country americano y los arreglos tradicionales irlandeses, lo clásico y lo etéreo. El artista sale airoso del trance con un notable recital. El tiempo es un océano, pintan la cerveza de verde, sábado noche social y pinturero, y un montón de jóvenes y mayores sentados alrededor del patio conventual. No vea la que va a caer, barrunta el mono con anorak, que antes dibuja signos de interrogación en el cielo mientras suenan los Pony Bravo, que cantan ingeniosas cosas como "Hace falta, niña, un poco de acción", unas gracias superlativas y sobrevaloradas, la voz dentro de una caverna, un ángel desangelado, algo de ritmo pastillero para romper el ritmo al tedio y alguien musita que los conciertos más simples y casi anónimos suponen el verdadero encanto del Monkey Week, a la vista de que el mono no busca cabezas de cartel, prefiere las promesas a las realidades y toca madera. La nochecita recuerda la penúltima función de rayos y truenos del Espárrago Rock, cuando Lou Reed se quedó esperando a que saliera el sol. Y el agua se transformó en barro. Siempre nos quedará el spotify.

Octubre. Cultura, Diario de Cádiz

1 comentarios:

Anónimo dijo...

esta si que es musica molona enrique octavo y no otra que nos traes alguna vez