miércoles, 22 de diciembre de 2010

Segundos fuera

El Capitán Beefeater ya está in the sky of diamonds junto al impar Frank Zappa. Movidón en las alturas del surrealismo rockero. Músicos en el limbo, artistas infinitos organizan sesiones de mermelada frente a las puertas del inem, digo del Edén, y suena fuerte. Vienen a cuento algunas historias fronterizas. Juego de enlaces mentales. Segundones de la escena, gente brillante y audaz que no figura en las listas eternas, ni siquiera en las listas de fin de año, pero permanecen en la memoria chica, tal vez no tanto, del aficionado sincopado.
Ahí va un artículo sobre el Capitán
http://lacomunidad.elpais.com/ruta-norteamericana/2010/12/18/adios-captain-beefheart-genio-iconoclasta-del-rock
Y aquí, una curiosidad, la relación de Dylan con Zappa
http://www.examiner.com/bob-dylan-in-national/bob-dylan-and-frank-zappa
Si el Capitán Beefheart representa a los descamisados del rock, excluidos sociales del ritmo machacón, por los vericuetos del spotify personal e intransferible desfilan cantantes y grupos punteros que nunca fueron suficientemente ponderados, antes por la crítica, ahora por la vorágine esdrújula de confusión. De primeras, se me ocurren algunos nombres. De diversos estilos y temporadas. A saber.
Si necesita tomar un reconstituyente antes que nada, le recomiendo "Suspicious mind", de Elvis.
A la vera de la psicodelia de los sesenta, el momento cumbre del desvarío lo protagonizan los 13th Floor Elevator, primos hermanos del Syd Barret pero a lo bestia. Coetáneos suyos, aunque de distinto corte, los Quicksilver Messenger Service, en directo y en disco, dejaban en pañales a algunas figuras de la época, su guitarrista Cipollina era tremendo, aunque con ese apellido, de chico, lo hubiera pasado fatal en un colegio español. Cipollina, a la pizarra.
Resulta curioso comprobar la influencia de Bob Dylan en todos esos cantantes y grupos de mediados y finales de los sesenta. La trilogía de mercurio de Dylan debió causar un impacto enorme.
Ya en los setenta, un simple click del retrovisor musical nos transporta a universos particulares de artistas que no alcanzaron la cima pero dejaron huella, tales como Tom Robinson, un portento de energía y vehemencia; Eddie Money, blanco de voz negra con discos arrebatadores; Mink Deville, la máquina del deseo de soul y rock; Television, la banda de Tom Verlaine, cuyo Marquee Moon quedó para siempre, y muchos más.
Tom Robinson, rockero gay que, como los Squeeze, paseó por las inmediaciones del punk, pero quizá solo por coincidiencia en el tiempo, hizo una versión de I Shall Be Released, de Dylan. Eddie Money firmó sensacionales piezas de rock & roll. Mink Deville, Spanish Stroll, dónde vas con mi carro, Rosita, álbumes atemporales que ganan en las distancias breves. Y Television, la escena neoyorquina con más veras, guitarras resplandecientes y obsesivas, sonido industrial, poesía nocturna, aventuras en rojo.
Más adelante advierto la presencia de Fischer Z, que editó tres o cuatro discos magníficos, de pop-rock épico y bailable, lo mismo que Aztec Camera ofreció pinceladas hermosas de su arte en sendos discos, quizá los dos primeros, que se pueden escuchar de un tirón con cierto asombro. De cuando los elepés cumplían una función social. O no.
Más grabaciones encontradas. Por último, salvo cambios posteriores, la espectacular Marshall Tucker Band, que no pudo rivalizar de aquella manera con los Allman Brothers o la Lynyrd Skynyrd, pero publicó obras de alto nivel, busquen sus paisajes sureños a todo violín y flauta y banjo y mandolina y guitarras luminosas.

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