lunes, 4 de abril de 2011

Jimi Hendrix y la generación del 27

La cuestión de la sucesión (de personas y acontecimientos). El miedo "engarrota" las mentes diminutas, más allá del tiempo. Hediondos asuntos animan el cotarro: fanatismo en los medios, podredumbre de ideas, puñaladas traperas, intrigas a todos los niveles, alegría y desempleo. El momento preciso de nadie en especial. El dinero quieto, la gente esperando una señal. No hay futuro, menos mal. Por fin. El dial de la mañana brinda por la novelería, alguien publica un tocho, una antología de "los mejores poetas" del fin del mundo. Qué manía más fea la de clasificar, etiquetar, sobredimensionar el espacio sideral. Puro espectáculo. Van a terminar vendiendo mierdas pinchás en un palo, sin pudor alguno, con perdón. Las peluquerías abandonan a su clientela, la agencia de ideas echa humo, los estancos regalan flores, La mano izquierda pasa un kilo de lo que hace la mano derecha. Jimi Hendrix era zurdo, pero tocaba de aquella manera. Un libro, Morir a los 27, me recuerda a Jimi Hendrix y a la brillante generación de rockeros que palmaron a los 27: Janis Joplin, Brian Jones, Jim Morrison, Kurt Cobain y el mismo Hendrix, que se muestra tierno y burlón en el documental que completa la última caja póstuma del eterno guitarrista negro. Las familias de los célebres finados apuran los royalties; la de Hendrix pinta a Jaimito como un niño bueno y patriota que enviaba postales a su padre desde la mili hasta las giras mundiales. Una biografía escrita por Charles Cross insinúa que Hendrix se escaqueó de la guerra de Vietnam con mucho arte, se declaró gay, pese al exitazo del que siempre gozó con las mujeres, cuarto y mitad de apetito sexual, y pone de manifiesto que la revolución sonora que emprendió el artista no había hecho más que empezar. Justo al terminar. Como el tiempo vanguardista de hoy. Listo para estallar. Una sucesión de personas, otra sucesión de acontecimientos, de perdidos al river, sin mirar atrás, sin miedo al pasado.

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